A primera vista la obra de Fernando Suárez recoge estructuras corpóreas de cuerpos que han dejado carne y parte de la osamenta en el camino; sin embargo, a poco que observemos la cuestión, las formas mantienen un esqueleto suficiente que permite una dinámica sostenida en tiempo y espacio. Así, los volúmenes hechos a base de músculos y nervios metalizados, son como indicativos de un existencialismo zoomorfo, en el que la dimensión cambia a tenor de reflejos que multiplican, y hasta deforman la argumentación, para que cada cual perciba su propio encaje. Es la obra de un escultor con el oficio necesario para articular materiales, hierro y acero, resina o bronce, e integrar una idea que lleva a su último término. Con formas modeladas a base de imaginación y conocimiento; soldando elementos , injertando madera con metal, hasta representar lo fugaz de un instante y aprehender los impulsos de un significado.
Fernando Suárez presenta un conjunto de esculturas de las que queda , con la memoria, el poder de una determinación siempre perdurable; armazones de especies en distintas situaciones , figuras tensadas o en carrera, féminas y hormigas; con cuerpos sumergidos que se multiplican o cambian de dimensión a tenor del espejo donde se refleja.
Es el trabajo de un artista capaz que va a la escultura sin trampa ni cartones, y logra que las tuercas y los tornillos, los alambres y las chapas que articula, y que pone en cuestión, sean otra forma de ver la otra vera de la existencia a través de unas estructuras que resuenan como campanas.
JOSÉ PÉREZ-GUERRA
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