SINFONÍAS EN
DO MAYOR
“La escultura no es una forma
física que llena
el espacio, sino una fuente de
energía, de vibración
que emana de las cosas
expandiéndose en el espacio”
(William Blake)
Hace años que
conozco a Fernando; y más años aún que voy siguiendo la evolución de sus obras,
saltando incesantemente de una línea expresiva a otra, de un impulso creativo a
un trabajoso desarrollo, de un vivaz pensamiento a la rotundidad imponente de
las formas…Y siempre me resultaba fácil, allí donde me encontraba con alguna
escultura suya, reconocer la mano y el ánimo de su autor. Como si llevaran
inscritas las señas de quién cuenta con su propio lenguaje…De lejos, en las
ferias, en las salas, en algún que otro jardín, me decía:”eso es de Fernando
Suárez”.
Siempre admiré la
maestría con la que trabajaba el acero y esa capacidad para jugar con un
material de corazón duro hasta convertirlo en definidos volúmenes que brincaban
el espacio…Esos cuerpos, tan quietos y estructurados, engañan mucho en su
quietud porque son puro movimiento, vibrante y expansivo…Y engañan, sobre todo,
porque el espacio más importante no es el que ocupan, el que marcan donde
acaban sus límites, sino el que sugieren.
Suspendidas en el
aire, sumergidas o marcando direcciones hacia no se sabe donde, estas figuras
ensanchan el espacio hasta describir un territorio vacío donde sucede la
verdadera acción: la que incita la imaginación de los que contemplamos la
imagen como si de una escena se tratase. Una escena incompleta que debemos
terminar. Nos convierte, por arte de birlibirloque, en creadores del resto del
escenario.
Viniendo como vienen
de la corriente clásica de la escultura humanista, adquieren, sin embargo, un
carácter moderno y personal al otorgar al espacio vacío de un valor plástico
tan potente como el propio del acero…Y esos “caprichos ordenados” en resinas
transparentes que hacen jugar la percepción de los ojos como un baile de
espejos sin dejar de descubrir múltiples posibilidades…Incluso el sonido…El
sonido y sobre todo el ritmo.
Este contraste
permanente entre la ligereza del movimiento y la densa monumentalidad del
material aporta ritmo y medida. Resuena como una sinfonía en tono grave y
poético a la vez…
Como no era mi
intención encuadrar la obra de Fernando Suárez en corriente artística alguna
–creo que ya esta hecho- ni tampoco escribir una apología, explicativa y
generosa, de las cualidades técnicas y plásticas en clave académica –que
también esta hecho- y, con ello, redundar en aspectos que saltan a la vista, no
voy a hacerlo. Aunque, posiblemente, algún que otro fleco se me habrá escapado.
No. Lo que yo quiero
es imaginar… Dotar de vida color y sonido esos espacios vacíos…Que otros ojos,
que no son los míos, puedan mirar y percibir de esas múltiples formas con que
se pueden abordar muchas obras de arte.
¡Imaginemos! Pero
con la seriedad con la que imaginan los niños…Con la misma capacidad lúdica y
dramática con la que se montan los escenarios teatrales…Y…si cierro los
ojos…así me imagino yo la obra de Fernando. ¡como un gigantesco escenario
teatral! Con sus “actores” (acróbatas, atletas, guerreros, astronautas…su
“atrezzo” (coches estrellados en el muro, helicópteros, artefactos voladores,
restos rescatados de un naufragio…), sus “decorados” ( palafitos de lugares
lejanos, cabañas orientales, naves del fantasma industrial, ciudades
flotantes…y, hasta un zoológico particular), con sus “luces y sombras” y su
“música de fondo”…porque aquí el silencio suena y el hierro se vuelve
vibrante…Y todo vestido de oscuro y en pátina de acero…
Desde aquí, podemos
imaginar todos los argumentos posibles, todos los diálogos escritos o por
escribir, todas las escenas a desarrollar y todos los ritmos a elegir…Así de
variables pueden ser las combinaciones y las posibilidades plásticas y
dramáticas.
Si, como decía Lope
de Vega, teatro es “dos actores, una manta y una pasión”, tenemos los
ingredientes en cantidad generosa, sobre todo la pasión.
Y a nosotros, los
espectadores, nos corresponde poner el broche que toda obra necesita para terminarse. Porque, al final,
ninguna obra de arte podría ser del todo sin la contemplación, comprensión y
reconocimiento de los verdaderos destinatarios : “nosotros” los espectadores…
Mª Luisa Alonso
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